VIDA Y ASESINATO DEL PADRE MUGICA, EL CURA DE LOS POBRES

El 7 de octubre se cumplieron 91 años del natalicio de Carlos Mujica Echagüe, el cura de los pobres, brutalmente asesinado luego de una misa.

Mugica era alto, rubio, de ojos azules, oriundo de una familia conservadora de zona norte de Buenos Aires, era un cura atípico, usaba campera negra, pulóveres de cuello alto y jeans gastados. Era un hijo del sistema, un niño privilegiado de la calle Arroyo, con viajes por Europa en su juventud. En 1970, a sus 39 años, era profesor de teología en la universidad jesuita del Salvador, era miembro de la Pastoral de Villas de Emergencia en la Villa 31 en Retiro, con el mandato de «amar al prójimo».

Sin apartarse del Evangelio, el cura denunciaba la violencia institucionalizada, «la violencia del hambre» decía, en una entrevista para Siete Días, una revista de la época agregaba «Nosotros, sacerdotes de Jesucristo hemos comprendido que nuestro lugar es estar junto a los pobres». Cuando se le consultaba por las organizaciones guerrilleras decía»estoy dispuesto a morir, pero no a matar» y «no sé si un cristiano tiene derecho a matar, pero si tiene la obligación de morir por sus hermanos. Le tenemos miedo a la violencia por una actitud individualista, nos escandalizamos porque le ponen una bomba a un oligarca y no porque todos los días muere un chico de hambre».

Al momento de la publicación en la revista, el general Juan Carlos Onganía estaba prisionero en la solidad de su gobierno, Juan Domingo Perón llevaba 15 años de exilio obligado, y faltaban meses para el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu bajo el lema de «Perón Vuelve».

A algunos de los que participarían de la muerte de Aramburu, como ser Mario Firmenich, Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus, el cura ya los conocía, en un tiempo anterior había sido asesor espiritual de la Juventud Estudiantil Católica (JEC), y en 1966 habían misionado juntos, con otro grupo de 15 estudiantes en Tartagal (Salta), para predicar y trabajar con los hacheros en una zona que hasta el día de hoy está muy castigada por la pobreza.

Pero en el momento de la conformación inicial de Montoneros, sus discípulos abandonarían a Mugica, ya que éste no estaba dispuesto a promover la lucha armada, estaba «dispuesto a morir, pero no a matar», como expresaba en distintos reportajes.

En el libro «Diario de un clandestino» de Miguel Bonasso cuenta que el cura habría dicho: «Yo debería estar en Montoneros, porque me siento responsable del camino que tomaron estos chicos, ¿te das cuenta? yo los formé en aquellas excursiones de scoutismo católico, y los llevé a la villa de Retiro, para que vean de cerca como vivían sus hermanos. Pero no puedo estar ahí, y por eso me separé de ellos hace tiempo, porque estoy dispuesto a que me maten pero no estoy dispuesto a matar».

Montoneros migraría hacia el grupo de Cristianismo y Revolución del ex cura Juan García Elorrio, sin embargo la amistad entre los ex estudiantes del colegio nacional de Buenos Aires y el cura perduraría.

Cuando el 7 de septiembre de 1970 era asesinado Fernando Abal Medina en una pizería de William Morris por la policía, el padre en su responso lo definió como «un martir cristiano», hecho que le valió la suspensión de 30 días por parte del obispado bonaerense.

Para ese entonces, Mugica ya formaba parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), que conformaban 400 sacerdotes, avalado por algunos obispos comprometidos en la «opción por los pobres». Desde su origen en 1968, el MSTM fue el grupo de curas más numerosos de América Latina.

La creación del MSTM sorprendió a Mugica que estaba en París estudiando. Durante el viaje participó de las rebeliones callejeras del Mayo Francés y conoció a Perón en su residencia de Puerta de Hierro, también viajó a Escocia a ver a su equipo preferido, Racing Club, ante el Celtic en la final del Mundial de Clubes. Si bien dentro del grupo de curas no tenía un protagonismo interno, su carisma llamaba la atención de la sociedad.

En 1972, cuando Perón volvió al país, se reunió con los curas del MSTM, luego entre todos, en ese primer viaje a Argentina después del exilio de 17 años, ponderó a Mugica por sobre el resto, de su mano visitó la Villa 31 y la capilla Cristo Obrero.

Mugica era el que más y mejor llegaba a los pobres de las villas, era el cura que había visibilizado su causa, el que fascinaba a los medios de comunicación con su palabra álgida, crítica e irreverente. Y también, el que parecía no temerle a nadie; a mediados de 1971 le pusieron una bomba en el frente del edificio que habitaba en Gelly y Obes 2230. Su familia le pidió que se fuera del país, pero prefirió quedarse.

Desde entonces, las amenazas fueron contínuas, respondería con una frase que quedaría en la memoria de todos «Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su Liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en ésta empresa, estoy a su disposición».

Montoneros tampoco quería perder su potencialidad política, y le propuso a Mugica encabezar la lista de diputados para las elecciones de 1973, y eso también seducía al FREJULI de Héctor Cámpora, candidato a presidente. Mugica trasladó la inquietud al MSTM, pero los curas decidieron no aceptar cargos políticos. Entonces Perón decidió incorporarlo al Ministerio de Bienestar Social, junto a José López Rega, para trabajar como asesor sin cargo rentado en las villas. El cura aceptó, y comenzó a morir un poco, ya que su relación con López Rega fué corta y terminó de la peor manera. Eran 2 proyectos, y personalidades distintas, unidas solamente por el regreso de Perón a su tercer gobierno.

En un principio, Mugica prefirió trabajar sobre la urbanización, con la construcción de mejores viviendas en el barrio, y se opuso al traslado de los vecinos a los complejos de vivienda en el conurbano bonaerense, que comenzaba a construir el gobierno nacional con el «Plan Alborada».

Luego aceptaría la idea de la mudanza, siempre y cuando los vecinos se organizaran en cooperativas y participaran en la construcción de viviendas, López Rega prefirió la contratación de empresas privadas.

El 28 de agosto de 1973, en una asamblea del Movimiento Villero Peronista (MVP), y a pedído de éte, Mugica comunicó su renuncia al cargo de asesor por diferencias con su jefe López Rega. Lo acusó de negarle a los villeros «toda participación creadora en la solución de sus problemas», pero aceptaba sin condiciones el liderazgo de Perón.

Tras ello, López Rega sembró sospechas sobre el cura por el destino de $ 34.000.000 provistos para la Villa 31. Lo que molestó al cura y fue al Ministerio a increparlo, ese encuentro dejó la sensación de que López Rega podría mandar a matarlo. Lo comentó entre los suyos en la parroquia.

Al mismo tiempo, la relación de curas tercermundistas y Montoneros estaba quebrada. En el secuestro y asesinato de Aramburu, los curas eran proclives a una explicación política a una condena (de la cual no avalaron la operación), ahora, con el regreso de Perón y por voluntad popular, eran proclives a enterrar los fusiles. Para Montoneros, en cambio, no suponía el fin de su lucha, sino el intento de establecer un plan propio. Según sostenía Firmenich «Si abandonamos las armas, retrocederíamos en posiciones políticas. El poder político brota de la boca de un fusil».

De los 400 curas tercermundistas, solo 20 avalaron a Montoneros y la continuidad de la lucha armada, el resto, se quedó con Perón. Y Mugica manifestaría su posición en una misa de conmemoración en el aniversario de la

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